Corría el año 2006 cuando en la feria Madrid Fusión, Lima fue declarada capital gastronómica de América, esto fue el colofón de la trayectoria en ascenso que con su sazón, la culinaria peruana lograba.

Todo empezó con la colonización española, y continuó hasta la migración en nuestra época republicana, donde africanos, chinos, italianos y japoneses, aportaron para lograr una identidad que caracteriza los platos de nuestra gastronomía.

Nuestro país, tiene una de las mayores biodiversidades del mundo, esto permitió el nacimiento y evolución de cocinas particulares, respondiendo a los insumos locales; en la costa destacan los pescados crudos y también la comida preparada con las vísceras de animales, en la sierra se cocina bajo tierra, donde se juntan tubérculos, carnes y granos, la selva con su abundancia y exotismo aporta con singulares platillos dignos de ser descubiertos.

Tenemos reconocimiento mundial y somos considerados como uno de los mejores destinos culinarios del mundo, eso hasta antes de la pandemia.

Ante la adversidad, solo queda buscar alternativas para evolucionar, sin embargo tenemos por delante una de las desdichas jamás vivida por la humanidad; el Covid-19 no solo cierra posibilidades de desarrollo y diezma la economía, sino que a su paso destruye el esfuerzo de tantos, que creyeron no solamente en cocinar, sino también en atender y brindar una experiencia inusitada.

Ya con las regulaciones dictadas por el gobierno, para frenar la pandemia, el sector de expendio de alimentos, estaba sumido en una profunda crisis, ya se avizoraba la debacle que significaba la reducción del aforo.

Sí, eran las medidas mediatas necesarias, pero ¿se pensó en alguna otra disposición que equilibrara la balanza?

Los restaurantes, al margen de vender comida, ofrecen una experiencia singular, muchos de ellos forman parte de la vida de los comensales, muchos de ellos fomentan el desarrollo turístico y vivencial que supone la experiencia alrededor de una mesa.

Detrás de todo plato de comida, existe un batallón de guerreros, que por el momento no la tienen fácil, la reducción de los puestos de trabajo, genera incertidumbre y desesperanza, miedo y desaliento; la única forma de salir airosos es con creatividad, alianzas estratégicas, apoyo comunitario y ayuda del gobierno.

“Yo te compro, tú me compras”, es el movimiento que surgió de la necesidad, sin embargo, la golpeada economía, no permite ser solidarios; pocos son aquellos que de sus ahorros están paliando la actual situación, pocos son los afortunados (por decirlo de alguna manera), que viven de las liquidaciones que obtuvieron al ser cesados de sus empleos formales, pero como todo en la vida, el dinero también se acaba.

Las últimas medidas del gobierno, podrían traducirse como una bocanada de aliento, ante el inminente retorno de la cocina peruana a sus fueros, el gobierno en su iniciativa de encender los fogones, no hace sino, mantenernos en una “muerte anunciada”, sin el respiro que se hace tan necesario.

Somos más que un plato de comida, somos una manifestación cultural, dónde unimos lazos y permitimos el desarrollo desde el punto de vista social y económico, generamos una corriente significativa y trascendental de desarrollo, que es eje fundamental de nuestra sociedad, misma que nos permite revalidar nuestra identidad.

¿Acaso no merecemos una solución acorde al aporte que significa la reactivación del sector?

La mesa está servida, muchos quebrarán en este intento soslayado de ayuda, pues se requiere de algo más que buenas intenciones y de permitir un aforo del 30%.

OTROSÍ DIGO

Las cifras son desalentadoras, las víctimas en el Perú por la pandemia del coronavirus, alcanzan los 44,000 fallecidos y una tasa de contagio que bordean el 1’200,000 casos; somos uno de los países con mayor incidencia de mortandad, con relación a nuestra población.

En promedio, tenemos 200 fallecidos y 7,000 contagiados por día, los hospitales no se dan abasto, teniendo los afectados que ser atendidos en sus domicilios, luchando contra la indolencia de las autoridades y la falta de oxígeno que se hace tan necesaria para poder mejorar.

Muchos hogares se endeudan ante la inoperancia del gobierno, que se comprometió a inaugurar plantas de oxígeno, la cual duerme el sueño de los justos.

¿Hasta cuándo?